sábado, 18 de junio de 2016

LOS MUCHOS UNIVERSOS DE CAROLYN IVES GILMAN

En el último podcast de los Verdhugos recomendé en un momento de desesperación la novela DARK ORBIT de Carolyn Ives Gilman. La desesperación no se debía a que no fuera buena, sino a que en realidad no se trata de un libro nuevo. Salió a mediados del 2015, pero si son pobres como un servidor (o tacaños) hubo que esperar hasta el mes pasado para que nos llegara la edición en rustica a precios (ligeramente) más asequibles. La verdad es que de haber sabido de antemano lo buena que es a la mejor habría comprado la versión en tapa dura, aunque eso significara comer latas de atún toda una semana. Yo ya le tenía muchas ganas por un par de razones. Soy seguidor incondicional de esta escritora desde que leí sus novelas cortas “Arkfall” y “The Ice Owl” hace un par de años. Historias tan buenas que uno se pregunta por qué no es más conocido el nombre de esta mujer. La novela ocurre en el mismo universo de los Veinte Planetas de esos dos relatos previos pero es completamente independiente. No es necesario haberlos leído para entenderla (la frase “Veinte Planetas” se menciona tan solo dos veces en todo el libro) de la misma manera que se puede leer THE LEFT HAND OF DARKNESS sin jamás haber abierto primero ROCANNON’S WORLD. Como verán a continuación, estos dos ejemplos no son accidentales.

En efecto, recuerdo que lo segundo que atrajo mi atención de este libro el año pasado fue el entusiasmo con el que Ursula Le Guin lo recomendó en varios lugares. Como quizá sepan, la señora Le Guin no suele promover novelas (ni siquiera las suyas) con mucha frecuencia. Uno no tarda mucho en descubrir por qué el libro le gustó tanto y sin embargo creo que le puede interesar no solo a los lectores de Le Guin. Si bien es cierto que Gilman escribe aquí una novela de CF antropológica como las que Le Guin producía en los 70s, también hay que añadir que lo hace usando únicamente la más rigurosa ciencia. Hay escenas que parecen arrancadas de una novela de Peter Watts, mientras que el extraño coctel de filosofías y creencias de medio oriente recuerdan más bien los libros de Frank Herbert. Verdaderamente una novela original.

Uno de los aspectos más intrigantes del libro son los efectos sociales que los viajes interestelares han causado en la Humanidad. En un universo donde no existen los viajes más rápidos que la luz, aquellos que deciden viajar a otras estrellas se encuentran fuera de la secuencia de la Historia, de la “continuidad” de toda la raza, sus vidas poco más que fragmentos distribuidos a lo largo de las décadas y los siglos. Extranjeros perpetuos. El resto de la humanidad los llama, con desprecio, Wasters. Ellos, por su parte, llaman a los demás Planters. Gente que vive una monótona secuencia lineal de tiempo, siempre en un mismo lugar, como macetas. Lo único que les importa es su propia época. La gravedad planetaria deforma sus ambiciones e imaginación. Mientras que para ellos el tiempo ocurre, para los Wasters solo existe el ahora. Por supuesto, escoger cuál de las dos vidas preferiríamos vivir no es tan sencillo como parecería al principio.


Sara, una mujer Waster que ha caído en desgracia, es contratada por una corporación para ser enviada en un viaje a 58 años luz para investigar un planeta habitable que se encuentra en una región del espacio saturada por materia obscura, de bizarras anomalías gravitacionales y donde las leyes de la física parecen comportarse de manera extraña. La verdadera razón por la que es enviada no es por ser una exo-etnóloga sino para vigilar a una mujer llamada Thora, cuyo incomodo pasado hace necesario que la manden muy, muy lejos. Cuando llegan a las coordenadas correctas, casi 60 años después, encuentran un mundo infestado de formas cristalinas. Cuando amanece, la luz del sol hace que la superficie entera destelle como un caleidoscopio. El sentido de la vista es inútil. Ni siquiera lentes obscuros sirven cuando descubren que estos cristales en realidad son algo muy distinto. La escena cuando uno de ellos atraviesa con su brazo uno de estos “cristales” y su mano aparece del otro lado doblada, como si distorsionada por agua, es un verdadero momento de sense of wonder. Lo que primero nos haría suponer que se vienen página tras página de descripciones liricas sobre la geometría de los cristales y los colores de la luz que los atraviesa, a la Ballard (o las de CHAGA de Ian McDonald, para usar un ejemplo más reciente) pasa a segundo plano cuando DARK ORBIT se convierte en un libro muy pero muy diferente a partir del momento en que los exploradores encuentran a nativos, y al mismo tiempo Thora desaparece misteriosamente.


A continuación la mitad de los capítulos de la novela son narrados por Thora, atrapada en un universo de obscuridad absoluta. (El libro es quizá imposible de adaptar a otro medio a menos que estén dispuestos a pasar largos periodos de tiempo viendo una pantalla en negro). Estos capítulos acaban volviéndose claustrofóbicos para el lector. El tiempo no existe en tal lugar. No hay día ni noche. Es como estar atrapado dentro de tu propia cabeza. Ni cerrar los ojos ayuda para escapar. Thora duerme sin saber cuánto tiempo ha pasado, sin siquiera saber si ha abierto los ojos. Mientras esto ocurre, Sara intenta enseñar a “ver” a uno de estos nativos que viene del lugar donde Thora está atrapada. Una joven muchacha que está ciega, técnicamente, pero una ceguera que nace en el cerebro, no en los ojos. Es en ambas series de capítulos que podemos vislumbrar el verdadero propósito de Gilman, que logra que nos hagamos cuestionar la manera que procesamos la información que recibimos a partir de nuestros cinco sentidos, editando la gran mayoría de detalles innecesarios. El “mundo real” que percibimos es un muy pobre reflejo del verdadero. Un cuestionamiento casi ontológico que va más allá de lo que Watts, o inclusive Egan han llegado. Antes de terminar, Thora y Sara (y aquellos lectores con la suficiente imaginación) descubrirán las dimensiones adicionales “enrolladas” a nuestro alrededor propuestas por la cosmología de branas que hacen al universo mucho más grande, y pequeño, de lo que en un principio habíamos sospechado. Vivimos rodeados de un sinfín de universos y si bien son muchos los autores que pretenden explorarlos, Gilman parece ser la única que nos enseña el camino hacia cada uno de ellos. La verdad es una lástima que esta mujer escriba con tan poca frecuencia pero mientras mantenga este nivel yo la seguiré buscando.

1 comentario:

  1. Hola :) He comprado ya solo con lo de Le Guin (como bien dices, no suele promover mucho a nadie), aunque ya le tenía echado el ojo por otras reseñas. Me ha hecho gracia lo de las latas de atún, básicamente por que en mi vida universitaria vivía de eso y pasta para permitirme mis libros XD Un abrazo^^

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