Este martes pasado acaba de salir 2312, la nueva novela de Kim Stanley Robinson, y un buen amigo que vino de Chicago a visitarme tuvo el buen detalle de traerme una copia (ojala todos los libros me llegaran tan rápido y barato. Tengo entendido que en Inglaterra el libro salió hasta el jueves 24). Debo confesar de antemano, en aras de la sinceridad, que no sigo a este escritor tanto como otros aficionados. He disfrutado de sus libros menos populares, como THE YEARS OF RICE & SALT (que he mencionado en más de una ocasión), mucho más que de su famosísima trilogía de Marte, por ejemplo, que nunca me acabó de gustar tanto como todo mundo me dijo que iba a suceder. En mi opinión, esa trilogía y su éxito arrollador fue la responsable de toda una década entera de novelas marcianas lentas y aburridas, casi como si escritas por ingenieros civiles para ingenieros civiles, como MOVING MARS de Gregory Benford, o WHITE MARS de Brian Aldiss (que usualmente es un autor mucho más entretenido), y sobre todo la intragable trilogía de Marte de Ben Bova. Gracias a los dioses por novelitas como RED DUST de Paul J McAuley, con sus DJs piratas, emperadores chinos y Elvis Presley, que regresó un poco de diversión al planeta rojo…
(No estoy abogando que regresemos al Marte romántico de Edgar Rice Burroughs, o al imposible de Ray Bradbury, excepto muy de vez en cuando, como con “ A Rose for Ecclesiastes” de Zelazny, o en el reciente tributo a Leigh Brackett que hizo Moorcock, pero aun un Marte basado y limitado en lo que conocemos científicamente del mismo puede ser muy entretenido si se maneja correctamente.)
Habiendo dicho todo esto, lo que había escuchado y leído sobre el nuevo libro de Kim Stanley Robinson se oía muy interesante (y de nuevo, el “envió” casi instantáneo me salió gratis), así que decidí leerla en cuanto la tuve en mis manos. Me acabó gustando, aunque me parece que no tanto como a otras personas, guiándome por algunos de los comentarios que he encontrado en internet. Creo que disfruté de las ideas más que de la trama en si o los personajes mismos. Usualmente me pasa lo contrario con las historias de KSR. No porque sus ideas sean pobres (aunque obviamente no es un especialista como Greg Egan o Stephen Baxter), sino porque normalmente su fuerte son sus personajes.
Aquí, lo que más recuerdo son los “Quebes”, un grupo cada vez mayor de computadoras cuánticas, cuyas líneas de pensamiento son virtualmente indistinguibles de los seres humanos, y ansiosas de ganarse sus propios derechos sociales. (Así como inteligencias sin registrar y no afiliadas, con sus propias ideas acerca de su lugar en el universo). O la ciudad en Mercurio, llamada “Terminator” que se mueve sobre enormes carriles para escapar la luz directa del sol (el calor hace que se hinchen los carriles, empujando a toda la ciudad hacia adelante, una brillante imagen). El nombre obviamente no se refiere a los modelos T-800 con cara de Schwarzenegger, sino al termino científico que significa la división entre la parte iluminada y obscura de un planeta. Es la clase de concepto que después de leerlo uno se pregunta porqué a nadie se le había ocurrido antes. Confieso que puso una sonrisa en mi rostro. Pero aun hay más, mucho más. Los asteroides horadados y completamente huecos que se usan como hábitats (una idea de su trilogía de Marte, por cierto). Hay costumbres exóticas y deportes extremos nunca antes vistos, como “brightside crossings”, cuyo nombre creo que se describe solo (y que asumo es un pequeño homenaje al famoso cuento homónimo de Alan E Nourse de los años 50s), hasta bodysurfing en los anillos de Saturno. No me sorprendería si vemos a esta novela entre las finalistas al Hugo el próximo año. Es la clase de libro que acaba siendo muy popular entre los lectores (más que entre otros escritores).
Los protagonistas, en comparación, se me hicieron meramente aceptables. Útiles para mover la trama hacia adelante pero nada más. Swan, la nieta de una legendaria mujer en la historia de la colonización del sistema solar, es una artista que se gana la vida diseñando el interior de terrarias (los asteroides huecos). Una diseñadora de mundos, literalmente. Cuando su abuela muere, Swan recibe, como en buena novela pulp, 3 sobres. Uno es para ella, otro es para el socio de su abuela (que se acaba convirtiendo en su amante) y el último es para un científico que vive en Io. Esencialmente es la excusa para que Swan viaje de un extremo a otro del sistema, una especie de Grand Tour que le permite a KSR enseñarnos las maravillas que ha concebido para cada planeta y luna habitada. No hace tanto tiempo, el siempre impredecible Charles (ACCELERANDO) Stross hizo algo parecido con su SATURN’S CHILDREN, ligera en trama pero saturada de ideas. Seguramente todos recuerdan la novela FRIDAY de Heinlein. Como en los cuentos de John Varley de los años 70s, cambiar de sexo es relativamente fácil y barato, casi como cambiar de ropas, y por eso mismo todos lo practican un par de veces en su vida. Swan, por ejemplo, fue padre de un niño y madre de otro. Admito que la extraña dinámica social que esto crea hace de la relación entre Swan y su amante algo fascinante. Como en novela de Le Guin, hay más de un personaje con nombre neutro y diálogos sin pronombres, lo que hace imposible al lector saber si estamos lidiando con un personaje masculino o femenino. Esto se me hace maravilloso. Ser un personaje homosexual no tendría por qué ser tu principal característica. Es como decir que tienes ojos azules, o el pelo rubio. Eso evidentemente no determina quién eres.
El problema aquí, creo yo, es simplemente que KSR no tenía suficiente trama para llenar casi 600 páginas. A KSR siempre le ha gustado divagar, tomarse su tiempo para llegar a algún punto, salirse por la tangente, pero creo que hasta para sus estándares aquí hay mucha paja que un editor más estricto (con un autor menos famoso) pudo haber removido sin afectar la novela en lo más mínimo. La lentitud de la narrativa es intencional en ciertas partes, claro, intentando reflejar que el viaje interplanetario es de hecho bastante lento. Esto por lo menos lo distingue de la mayoría de otros libros en donde llegamos del punto A al B de un capitulo a otro. Todo esto es irónico si consideramos que KSR espolvorea su historia con bastantes escenas de “peligro”, de una space opera típica, desde los túneles claustrofóbicos en Mercurio, hasta el espacio exterior donde deben abandonar una nave naufragada en trajes espaciales, pasando por la superficie congelada, en plena terraformación, de Venus y la viuda negra Lakshmi. Me queda la impresión que, en teoría, este libro tendría que haber sido mucho más emocionante.