Hace
un par de semanas mi amiga Karen me prestó una antología llamada STEAMPUNK, editada por Kelly Link, y
una vez que lo terminé me quedé con ganas de leer más Steampunk. No alguno de
la avalancha de libritos YA que publican hoy en día bajo esa etiqueta, sino uno
de los verdaderos. Mucho antes que William Gibson y Bruce Sterling formalizaran
las reglas del juego con su THE
DIFFERENCE ENGINE de 1990, y aun antes que KW Jeter acuñara el término por
accidente en una carta a la revista LOCUS
en 1985 (donde predijo que las novelas fantásticas victorianas serian la “Next
Big Thing”), un trio de amigos escribieron lo que a la larga se conocerían como
las piedras angulares sobre las que se apoya todo el fenómeno Steampunk. Hoy en día, por
supuesto, el Steampunk es un verdadero subgénero de la CF, con anaqueles
enteros dedicados al mismo, pero allá por las frioleras de principios de los
80s nadie tenía la menor idea cómo
clasificar a THE ANUBIS GATES de Tim
Powers, a HOMUNCULUS de James P.
Blaylock y finalmente a INFERNAL DEVICES
del mismo Jeter.
THE ANUBIS GATES quizá sea la más famosa y la primera que se publicó de las tres, y es una verdadera obra maestra, pero en mi opinión en realidad nunca fue Steampunk. Técnicamente no ocurre en la Londres victoriana (aunque eso ya no es una condición absoluta hoy por hoy), pero sobre todo la sensibilidad es distinta. La idea no es solo situar la historia en el siglo XIX, sino además aplicar una especie de retro-futurismo que jamás aparece en esa novela de Powers. Se inclina más bien a los otros libros que escribiría eventualmente, como DECLARE y LAST CALL, que en vez de historias de mundos paralelos son Historias Secretas, es decir novelas históricas que pudieron ocurrir en nuestro mundo a pesar de todos los detalles fantásticos. Personajes se repiten en los tres libros. El poeta Ashbless, por ejemplo, que es mencionado y sus versos citados (a veces hasta a manera de epígrafe) en más de una ocasión. Pero por las razones que acabo de nombrar me quise enfocar tan solo en las otras dos novelas.
Si
alguna vez se molestan en leer los comentarios en Amazon verán que muchos
encuentran a HOMUNCULUS como una
experiencia decepcionante. Muy aburrida, muy lenta. Esto es falso pero por
desgracia típico de esta nueva generación de lectores de Steampunk, criados con
novelitas YA (con sus tramas y hasta la prosa simplificadas) y que
inevitablemente se topan con una pared infranqueable al intentar descifrar el
libro de Blaylock. HOMUNCULUS es una
novela con una prosa envidiable, nada sencilla. De descripciones fantásticas y
largos pasajes que le darían un infarto a los editores mexicanos que parecen
odiar los adjetivos pero muy dignos de una novela de Dickens. A diferencia del Steampunk
actual, la idea de Blaylock no era tan solo usar al Londres victoriano, ayudado
por algunas fechas y nombres de calles y ya, e introducir a algún protagonista
adolescente con goggles. Su intención era la de escribir una verdadera novela
victoriana… que solo por casualidad tenia elementos tan delirantes que únicamente
podrían ocurrir en una novela contemporánea.
La
primera página inicia con larguísimos párrafos que describen el amanecer de un
día ordinario de Londres en 1870… hasta que surge de la neblina un misterioso dirigible,
con tan solo un esqueleto vestido de capitán amarrado al timón. A partir de ese
momento conoceremos al siniestro jorobado Ignacio Narbondo, al excéntrico
científico Langdon St. Ives del Trismegistus Club, que está demasiado ocupado
para preocuparse con todo esto ya que está construyendo una absurda nave
espacial con la ayuda de su amigo el juguetero Keeble. El mismo Keeble que
diseñó las cuatro cajitas que todos quieren encontrar a cualquier costo, desde
el millonario Kelso Drake que usa las maquinas del homúnculo del título en sus
prostíbulos en el West End, hasta el evangelista que ha contratado a Narbondo
para que reviva al cadáver de su madre, así como la mismísima Royal Society. Zombies
reanimados, homúnculos alquímicos de otros planetas, dirigibles fantasma y el Londres
de Dickens. Los lectores no sabían ni qué les pegó. Aquí hay suficiente trama
como para nutrir a media docena de trilogías actuales. Muy pero muy
recomendada.
INFERNAL DEVICES, por su parte,
tiene más en común con lo que ahora conocemos como Steampunk, con un ritmo más
animado, más frenético. Hay un vago aroma de maquinaria de vapor con
serpenteantes tubos de cobre y el tic-toc implacable de relojería victoriana
alrededor de este librito. Las casi interminables descripciones del interior de
relojes y autómatas por igual son casi fetichistas en su lujo de detalle de
engranes y resortes. (¿Quizá esta novela también es piedra angular del clockpunk, ese sub-subgénero?).
Escrita a manera de una confesión en primera persona, como tantas novelas de
fines del siglo XIX, la historia comienza cuando un misterioso extraño llega a
la tienda de George Dower, el hijo de un brillante relojero, y le pide que
repare uno de los inventos de su padre. Por desgracia, nuestro pobre
protagonista carece el genio del padre. Un accidente ocurre y el extraño visitante
sangra… agua salada. Esto es tan solo el inicio de una vorágine de
circunstancias que lleva a George de una desventura a la siguiente como en una
novela picaresca. George y el enigmático aparato son perseguidos por un sinfín
de bizarros personajes, desde el ladrón de lentes azules que puede ver el
futuro, la mujer que desea a George porque cree que es capaz de tocar el violín
(y hacer el amor) como Paganini, hasta la Royal Anti-Society (que, como Jeff
VanderMeer apunta correctamente en su epilogo, parecerían arrancados de un sketch
de Monthy Python) sin olvidar a la Ladies Union for the Suppression of Carnal
Vice (cuya mandamás resulta ser la Madame de un prostíbulo) y hasta lo que
queda del Godly Army de Oliver Cromwell (ahora entiendo de dónde sacó Pat Mills
varias de sus ideas para “Defoe” en las páginas de 2000 AD). El lector viaja
desde el distrito de Wetwick, habitado por hombres anfibio (importados de
Innsmouth, uno creería), hasta el otro extremo de Inglaterra en las islas
Hebridas occidentales. En todas partes George encuentra algún invento de su
padre, estos aparatos infernales del título que todos desean usar para sus
propios propósitos egoístas. Este es otro libro saturado de ideas y eventos (hasta
el punto que, como buena novela picaresca, puede llegar a cansar la primera vez
que lo lees) que hoy en día aparecería como una serie de trilogías.
Detalle curioso,
ninguno de estos tres autores continuaron escribiendo dentro del subgénero que prácticamente
inventaron por si solos y que ahora alberga a tantísimos escritores (hasta en
los comics y en las películas). Quizá sería interesante preguntarles lo que
opinan del monstruo que engendraron. Quizá el hecho que ninguno de los tres
parece muy interesado en regresar sea respuesta suficiente…
"Warlord of the Air" de Michael Moorcock no seria un pilar todavia mas antiguo del steampunk, Armando?
ResponderEliminarLa de WARLORD OF THE AIR (junto con las otras novelas de Oswald Bastable que escribió Moorcock) es un antecedente histórico que comparte ALGUNOS detallitos de estética pero nada mas.
Eliminar(De la misma manera que STAND ON ZANZIBAR de John Brunner es un antecedente histórico para el cyberpunk, a pesar de que nadie jamas la ha etiquetado como novela cyberpunk)
Quiero tu colección...
ResponderEliminarAños y años de ocio. Es la única manera. :)
EliminarEsta MUY padre la portada de Homunculus!
ResponderEliminarDe hecho la foto que le tomé es bastante mala. Los detalles no se pueden apreciar. En realidad la portada es aún MEJOR.
Eliminar