Por
andar tan preocupado el mes pasado en ponerme al corriente con mis reseñas de
los libros que compré en septiembre apenas descubro el pequeño detalle que jamás escribí nada sobre THREE MOMENTS OF AN EXPLOSION, la última colección del brillante
China Miéville, que conseguí desde agosto. Hora de remediar tan garrafal error.
Después de todo, Miéville siempre es invitado de honor en este blog. Por alguna
razón no mucha gente parece haber notado que Miéville nos tenía muy abandonados
en años recientes. Quizá como ya es tan famoso y constantemente ofrece entrevistas
sobre el tema que sea nos parece que sigue con nosotros, pero la verdad es que
llevaba desde el 2012 sin publicar nada. Antes de eso cada dos años aparecía
nueva novela, casi como reloj. Cuando me enteré que por fin la sequía iba a
acabar, pero que el libro iba a ser una colección de relatos cortos, admito que
quedé algo desilusionado. Varios de sus cuentos me han encantado pero ninguno
me ha fascinado de la misma manera que sus novelas. “Jack” es un pequeño
derroche de imaginación desbordante, pero palidece al lado de PERDIDO STREET STATION. “Details” es
una obra maestra del horror sicológico de apenas 13 páginas, ¿pero qué puede
decir al lado de THE CITY & THE CITY?
¿Podemos comparar “Reports of Certain Events in London” con UN LUN DUN? Por supuesto, de cualquier
manera corrí a comprarlo. Imaginé que sería un divertimiento aceptable mientras
sigo esperando su siguiente novela. Lo que jamás esperé fue quedarme
boquiabierto, consumido por la envidia (de la buena y de la mala) y la
admiración.
Lo
primero que me alegró fue cuando revisé la indicia del libro y vi que no
conozco ninguna de las revistas donde
publicó estos relatos. Es decir, todos eran nuevos para mí. No estoy seguro por
qué la colección inicia con “Three Moments of an Explosion”, una simple viñeta
de dos páginas que hasta da nombre al libro. En tan solo un manojo de párrafos
Miéville nos lanza varias ideas y conceptos muy ingeniosos que yo nunca había
leído en ninguna otra parte (el sello de la casa de Miéville) y efectivamente,
como otras personas han indicado, el resultado final es muy Ballardiano, pero a
duras penas causa una impresión. Mis dudas se evaporan, sin embargo, con el
siguiente relato. “Polynia” es muy superior (aunque estoy de acuerdo que como
título para la colección habría sido muy pobre) y de inmediato queda grabado
en la mente del lector. Desde la premisa sinsentido (jamás explicada) hasta la
prosa lírica, todo es perfecto. Caso curioso, esta historia me recuerda mucho
más a Ballard, con sus icebergs flotando silenciosamente sobre la ciudad de Lóndres. (Rastros de la inolvidable “The Watch-Towers”). Cuando estos témpanos
de hielo se acercan plácidamente a la superficie dejan tras de sí un rastro de
escarcha y nieve a lo largo de las calles. Una imagen tan evocadora como
cualquiera de THE CRYSTAL WORLD. Lo
que ocurre con los aficionados que se atreven a escalar estas montañas de hielo
voladoras es al mismo tiempo poético y de horror. Recuerden, únicamente el 10%
de un iceberg es visible. Aquí lo pueden leer gratis, en caso que todavía no lo
hayan hecho (cuando salió hace unos meses causo bastante revuelo)
La
cosa no solo mejora sino que mis manos tiemblan cuando me encuentro con “The
Condition of New Death”, y en el espacio de apenas cinco páginas vuelvo a
enamorarme de la imaginación de este inglés calvito. Si uno lee suficiente
llega un momento en que casi cualquier idea le parecerá similar a alguna otra
que ya leyó con anterioridad. Por eso mismo es casi un shock
eléctrico cuando se topa con algo completamente nuevo y sui generis. No me ha
ocurrido con mucha frecuencia pero recuerdo cada uno de estos momentos como si
hubieran sucedido ayer. De hecho me gustó tanto este relato que de inmediato reviso en dónde fue
publicado originalmente y descubro que era un panfleto que se regaló afuera de
una exhibición de arte. WTF?? Aparentemente también se entregaron otros
panfletos, cada uno con una historia diferente, todos incluidos en este libro.
Decido saltarme el orden de la colección y busco el siguiente mini-relato.
“Syllabus” me vuelve a sacudir. Esto es
imposible… Sin parpadear, me saltó las páginas hasta encontrar el siguiente. “Rules”
resulta aún mejor. Puta madre, yo quisiera haber escrito esto, es lo primero
que cruza mi cabeza. Tengo que volver a leer sus tres páginas para asegurarme que
no lo estoy imaginando. En efecto, ¿quién fue el primer niño en la historia del
hombre que jugó a ser un aeroplano, con los brazos extendidos hacia afuera? Sin
poder resistirlo, busco el último de los panfletitos. “A Second Slice
Manifesto” me deja paralizado. Hay más imaginación en estos mini-cuentos que en
las novelas de cualquier otro autor, y a estas alturas del partido empiezo a
considerar seriamente que todos los demás escritores en el mundo mundial somos
la sombra de Miéville. Algo que no me había sucedido desde THE CITY & THE CITY (y antes de eso con PERDIDO STREET STATION casi 10 años antes). Para compensar busco el
relato más largo de la colección. “In the Slopes”, sobre una ciudad desenterrada
a mitad de una isla volcánica, un relato perfectamente escrito y que sin
embargo me resulta bastante ordinario. Qué reacciones tan curiosas me está
provocando este librito. “Säcken” es casi igual de largo y aquí me vuelvo a
encontrar al Miéville escritor de horror. Un horror que difícilmente revela su
origen. Es decir, no tanto Laird Barron sino más bien el Michael Cisco de SECRET HOURS.
Es
sorprendente la cantidad de géneros que abarca esta colección. “The Dowager of
Bees” me recuerda las historias de box que Lucius Shepard solía escribir, mas
leyenda y mito que realidad. “Covehithe”, donde enormes plataformas petroleras literalmente
marchan fuera del mar para reproducirse, es lo más parecido al Miéville de
Bas-Lag. La ambición del autor es tan grande que por desgracia no todos los
relatos aquí presentes son perfectos. Los tres guiones de trailers
cinematográficos me parecieron bastante simplones, la verdad. “Watching God” es
tan enigmático que confieso no haberlo entendido del todo (aunque la atmosfera
que maneja es asombrosa). Otros, como el melancólico “The Rope is the World”,
sobre elevadores espaciales abandonados, son bellísimos pero no llevan a ninguna parte.
“The Buzzard’s Egg”, un monologo de un hombre que vigila a dioses encarcelados,
es igual. Uno casi desearía que Miéville hubiera dedicado más tiempo a
expandirlos, aunque claro muchas veces ese es el propósito de cuentos muy cortos.
El último relato de la colección, “The Design”, es quizá el que usa la prosa
más sencilla y sin embargo el que más logra esa sensación numinosa que yo tanto
identifico con Miéville. Como siempre gran parte del placer de leer a China
Miéville yace en su manejo del lenguaje. “Epochal thanatological shift” o “His
colleagues strove to decode this hydrocarbon Ragnarok” son el tipo de frase que
no suelo encontrar en los libros de nadie más. En resumen creo que sigo
disfrutando más sus novelas que sus cuentos cortos pero debo admitir que la
colección me ha dejado azorado. Por mucho la mejor colección que he leído en
años. Es notable lo mucho que ha crecido el autor en tan solo una década, desde
LOOKING FOR JAKE, su colección
anterior, a pesar que ese libro incluía el ya clásico “The Tain” así como el
relato que daba nombre a toda la colección. Más por favor…
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