jueves, 19 de noviembre de 2015

CHINA MIÉVILLE, EL AUTOR QUE TODOS QUEREMOS SER

Por andar tan preocupado el mes pasado en ponerme al corriente con mis reseñas de los libros que compré en septiembre apenas descubro el pequeño detalle que jamás escribí nada sobre THREE MOMENTS OF AN EXPLOSION, la última colección del brillante China Miéville, que conseguí desde agosto. Hora de remediar tan garrafal error. Después de todo, Miéville siempre es invitado de honor en este blog. Por alguna razón no mucha gente parece haber notado que Miéville nos tenía muy abandonados en años recientes. Quizá como ya es tan famoso y constantemente ofrece entrevistas sobre el tema que sea nos parece que sigue con nosotros, pero la verdad es que llevaba desde el 2012 sin publicar nada. Antes de eso cada dos años aparecía nueva novela, casi como reloj. Cuando me enteré que por fin la sequía iba a acabar, pero que el libro iba a ser una colección de relatos cortos, admito que quedé algo desilusionado. Varios de sus cuentos me han encantado pero ninguno me ha fascinado de la misma manera que sus novelas. “Jack” es un pequeño derroche de imaginación desbordante, pero palidece al lado de PERDIDO STREET STATION. “Details” es una obra maestra del horror sicológico de apenas 13 páginas, ¿pero qué puede decir al lado de THE CITY & THE CITY? ¿Podemos comparar “Reports of Certain Events in London” con UN LUN DUN? Por supuesto, de cualquier manera corrí a comprarlo. Imaginé que sería un divertimiento aceptable mientras sigo esperando su siguiente novela. Lo que jamás esperé fue quedarme boquiabierto, consumido por la envidia (de la buena y de la mala) y la admiración.

Lo primero que me alegró fue cuando revisé la indicia del libro y vi que no conozco ninguna de las revistas donde publicó estos relatos. Es decir, todos eran nuevos para mí. No estoy seguro por qué la colección inicia con “Three Moments of an Explosion”, una simple viñeta de dos páginas que hasta da nombre al libro. En tan solo un manojo de párrafos Miéville nos lanza varias ideas y conceptos muy ingeniosos que yo nunca había leído en ninguna otra parte (el sello de la casa de Miéville) y efectivamente, como otras personas han indicado, el resultado final es muy Ballardiano, pero a duras penas causa una impresión. Mis dudas se evaporan, sin embargo, con el siguiente relato. “Polynia” es muy superior (aunque estoy de acuerdo que como título para la colección habría sido muy pobre) y de inmediato queda grabado en la mente del lector. Desde la premisa sinsentido (jamás explicada) hasta la prosa lírica, todo es perfecto. Caso curioso, esta historia me recuerda mucho más a Ballard, con sus icebergs flotando silenciosamente sobre la ciudad de Lóndres. (Rastros de la inolvidable “The Watch-Towers”). Cuando estos témpanos de hielo se acercan plácidamente a la superficie dejan tras de sí un rastro de escarcha y nieve a lo largo de las calles. Una imagen tan evocadora como cualquiera de THE CRYSTAL WORLD. Lo que ocurre con los aficionados que se atreven a escalar estas montañas de hielo voladoras es al mismo tiempo poético y de horror. Recuerden, únicamente el 10% de un iceberg es visible. Aquí lo pueden leer gratis, en caso que todavía no lo hayan hecho (cuando salió hace unos meses causo bastante revuelo)

La cosa no solo mejora sino que mis manos tiemblan cuando me encuentro con “The Condition of New Death”, y en el espacio de apenas cinco páginas vuelvo a enamorarme de la imaginación de este inglés calvito. Si uno lee suficiente llega un momento en que casi cualquier idea le parecerá similar a alguna otra que ya leyó con anterioridad. Por eso mismo es casi un shock eléctrico cuando se topa con algo completamente nuevo y sui generis. No me ha ocurrido con mucha frecuencia pero recuerdo cada uno de estos momentos como si hubieran sucedido ayer. De hecho me gustó tanto este  relato que de inmediato reviso en dónde fue publicado originalmente y descubro que era un panfleto que se regaló afuera de una exhibición de arte. WTF?? Aparentemente también se entregaron otros panfletos, cada uno con una historia diferente, todos incluidos en este libro. Decido saltarme el orden de la colección y busco el siguiente mini-relato. “Syllabus”  me vuelve a sacudir. Esto es imposible… Sin parpadear, me saltó las páginas hasta encontrar el siguiente. “Rules” resulta aún mejor. Puta madre, yo quisiera haber escrito esto, es lo primero que cruza mi cabeza. Tengo que volver a leer sus tres páginas para asegurarme que no lo estoy imaginando. En efecto, ¿quién fue el primer niño en la historia del hombre que jugó a ser un aeroplano, con los brazos extendidos hacia afuera? Sin poder resistirlo, busco el último de los panfletitos. “A Second Slice Manifesto” me deja paralizado. Hay más imaginación en estos mini-cuentos que en las novelas de cualquier otro autor, y a estas alturas del partido empiezo a considerar seriamente que todos los demás escritores en el mundo mundial somos la sombra de Miéville. Algo que no me había sucedido desde THE CITY & THE CITY (y antes de eso con PERDIDO STREET STATION casi 10 años antes). Para compensar busco el relato más largo de la colección. “In the Slopes”, sobre una ciudad desenterrada a mitad de una isla volcánica, un relato perfectamente escrito y que sin embargo me resulta bastante ordinario. Qué reacciones tan curiosas me está provocando este librito. “Säcken” es casi igual de largo y aquí me vuelvo a encontrar al Miéville escritor de horror. Un horror que difícilmente revela su origen. Es decir, no tanto Laird Barron sino más bien el Michael Cisco de SECRET HOURS.


Es sorprendente la cantidad de géneros que abarca esta colección. “The Dowager of Bees” me recuerda las historias de box que Lucius Shepard solía escribir, mas leyenda y mito que realidad. “Covehithe”, donde enormes plataformas petroleras literalmente marchan fuera del mar para reproducirse, es lo más parecido al Miéville de Bas-Lag. La ambición del autor es tan grande que por desgracia no todos los relatos aquí presentes son perfectos. Los tres guiones de trailers cinematográficos me parecieron bastante simplones, la verdad. “Watching God” es tan enigmático que confieso no haberlo entendido del todo (aunque la atmosfera que maneja es asombrosa). Otros, como el melancólico “The Rope is the World”, sobre elevadores espaciales abandonados,  son bellísimos pero no llevan a ninguna parte. “The Buzzard’s Egg”, un monologo de un hombre que vigila a dioses encarcelados, es igual. Uno casi desearía que Miéville hubiera dedicado más tiempo a expandirlos, aunque claro muchas veces ese es el propósito de cuentos muy cortos. El último relato de la colección, “The Design”, es quizá el que usa la prosa más sencilla y sin embargo el que más logra esa sensación numinosa que yo tanto identifico con Miéville. Como siempre gran parte del placer de leer a China Miéville yace en su manejo del lenguaje. “Epochal thanatological shift” o “His colleagues strove to decode this hydrocarbon Ragnarok” son el tipo de frase que no suelo encontrar en los libros de nadie más. En resumen creo que sigo disfrutando más sus novelas que sus cuentos cortos pero debo admitir que la colección me ha dejado azorado. Por mucho la mejor colección que he leído en años. Es notable lo mucho que ha crecido el autor en tan solo una década, desde LOOKING FOR JAKE, su colección anterior, a pesar que ese libro incluía el ya clásico “The Tain” así como el relato que daba nombre a toda la colección. Más por favor…

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