Después
de años de tenernos abandonados, China Miéville nos entrega su tercer libro en
los últimos 12 meses, THE LAST DAYS OF
NEW PARIS. El primero, THREE MOMENTS
OF AN EXPLOSION, fue quizá la mejor colección del año pasado y auguraba muy
bien el regreso de Miéville. Por desgracia, el primer libro del 2016, THIS CENSUS-TAKER dejo a todos con una
vaga insatisfacción que usualmente no asociamos con este escritor. La verdad es
que esa novela corta (demasiado corta, además) es de lo peorcito que le he
leído a Miéville. Cuando empecé a escuchar rumores que el nuevo libro que
saldría en agosto sería otra novela corta confieso que temí lo peor. Por
fortuna, Miéville ha dejado lo mejor para el final, a pesar de su reducido
tamaño. (Es un libro muy pequeño, en
realidad. Sobre todo para los estándares del mismo Miéville. A duras penas son
200 páginas, de las cuales casi 40 son notas al final y un curioso epilogo.
Claro, en México esto sería considerado una novela tabique, tan extensa que ya
ni podría participar en la mayoría de los concursos. En México nos seguimos
especializando en producir esta especie de sashimi de literatura que no le
llena el estómago a nadie y nos deja con hambre)
THE LAST DAYS OF
NEW PARIS
es una disparatada ucronía, donde las familiares calles de la capital francesa
se han convertido en algo tan delirante como el barrio más absurdo de Bas-Lag. Un
Paris ocupado por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y que ha sido transformado, infestado por quimeras y apariciones de pesadilla. Pero no
son monstruos del todo desconocidos. Un muy selecto grupo los reconoce, pues se
tratan de bestias arrancadas del imaginario cultural de las pinturas y los
collages y poemas del canon Surrealista. Este grupo de artistas, los únicos que
entienden lo que ocurre, permanecen en
Paris para continuar la pelea. Usando técnicas como la de “disparar
automáticamente”, dejando que su subconsciente apunte, siguen su vana
resistencia. Pero no son solo estas apariciones lo que transforma a París sino
las mismas calles y arquitectura las que han sufrido una metamorfosis total. La
parte superior de la Torre Eiffel flota sobre la ciudad sostenida por nada, el
Arco del Triunfo esta ladeado y sudando orines (de Gaulle, en particular, esta
escandalizado), abajo de algunos postes de luz en varias esquinas es de noche
mientras es de día a su alrededor. En un café una
explosión ocurre una y otra vez, las ventanas volando a cada momento y las
mesas afueras bailando eternamente. Paisajes e imágenes de los manifiestos surrealistas de Éluard y Tristan Tzara son la nueva realidad. Es decir, la ciudad de Paris misma se ha
vuelto un cadáver exquisito. Para contrarrestar la locura los alemanes intentan
conjurar sus propias pesadillas surrealistas (con escaso éxito) y haciendo
pactos con demonios del Infierno que tampoco quieren estar ahí. Ni las
manifestaciones (los “manifs”), ni los demonios obedecen las ordenes de nadie,
y la situación en el interior de Paris es un absoluto caos. Los alemanes han
clausurado la ciudad para evitar que se esparza esta locura, y hasta los
Estados Unidos y sus Aliados se sienten aliviados. Los mismos alemanes que se
encontraban ocupando Paris han sido abandonados a su suerte y también continúan
la pelea ya sin ningún sentido. Y así, indiferentes ante lo que ocurre en el
exterior, la guerra en Paris no termina a pesar que ya estamos en el año de
1950…
Nuestro
protagonista es Thibaut, uno de esos guerrilleros olvidados que continúan peleando,
cuya vida cambia a partir del momento en que conoce a Sam, una fotógrafa
norteamericana que está ahí para documentar los últimos días de este nuevo
Paris. Por supuesto, ninguno de los dos es lo que aparenta. Intercalados con
estos capítulos largos existen capítulos mucho más breves que ocurren en 1941 donde
se describe cómo inició todo esta situación, y donde el verdadero protagonista,
aparte de André Breton y el resto de su pandilla de surrealistas, es Jack
Parsons (más sobre él al final). Mientras Thibaut y Sam recorren la
fantasmagórica ciudad al investigar el último proyecto con el que los Nazis
pretenden resolver la crisis, se les une el tercer protagonista del grupo, el
famoso cadáver exquisito realizado por Yves Tanguy, André Breton y su mujer
Jacqueline Lamba (y cuya ilustración aparece al principio del libro). Es obvio
que Miéville se divirtió como un enano describiendo todas y cada una de estas
manifestaciones surrealistas. El lector se encuentra desde la primera página
con una criatura mitad mujer mitad bicicleta salida de una ilustración de
Leonora Carrington, así como con enormes plantas que atrapan Messerschmitts del
cielo como en las pinturas de Ernst, y Miéville nunca quita el pie del
acelerador. Por el contario, se regodea al listar el bestiario pululando por
las calles de Paris, desde el famoso elefante de Ernst y las formas voladoras
sin color de Magritte hasta los teléfonos langosta de Dalí y los títeres
vegetales de Remedios Varo. Para los que aprecian la literatura fantástica por
las imágenes que es capaz de conjurar en nuestras mentes este libro es
imperdible.
Al
terminar el texto de la novela corta viene a continuación un muy breve epilogo
donde Miéville nos informa que la historia no es una fantasía sino que nació de
un encuentro que tuvo con una persona que sospecha era en realidad Thibaut y
que le narró todo lo sucedido en este “Nuevo Paris”. Este tipo de artimañas
meta-literarias no son posmodernas o ni siquiera nuevas, por supuesto. Desde
Edgar Rice Burroughs transcribiendo las aventuras marcianas que su “tío” John
Carter le iba dictando, hasta Umberto Eco encontrando un “manuscrito perdido”
que narraba los terribles acontecimientos en esa abadía benedictina del siglo
XIV, este es un recurso muy viable que le permiten al autor un distanciamiento
que otorga una mayor libertad para escribir lo que sea. Las notas “objetivas”
al final, que a veces contradicen y explican los “errores” del manuscrito y
especulan sobre el verdadero significado de las palabras de “Thibaut”,
recuerdan mucho a las Notas Históricas de las novelas de MacDonald Fraser, y
son otro truco similar.
Sobre
Jack Parsons… Más de una persona me advirtió que me familiarizara con los
artistas del Surrealismo antes de leer este libro pero lo que nadie hizo fue
recomendar que hiciera lo mismo sobre Jack Parsons, detalle que encuentro en
extremo curioso. Ignoro si es porque quizá ni siquiera están enterados que esta
persona fue real en nuestro mundo, pero tomando en cuenta que es quizá el
personaje más importante del libro (a pesar que solo aparece en muy pocas
páginas) esta es una omisión muy grave. Por suerte, Jack Parsons ha sido
fascinación personal mía desde que leí sobre él en un artículo de Alan Moore
cuando estaba escribiendo su comic de PROMETHEA.
Jack Parsons fue uno de los co-fundadores del Jet Propulsion Laboratory durante
la Segunda Guerra Mundial, y por cierto también adepto del ocultista Aleister
Crowley. Su esposa lo abandonó cuando descubrió a Parsons teniendo una aventura
con su hermana Sara, que luego lo dejó para irse a vivir con L. Ron Hubbard
donde juntos desarrollaron los primeros conceptos de la Dianetica que
eventualmente se convirtió en la Iglesia de la Cientologia. No satisfecho,
Parsons prosiguió con sus intentos de conjurar una manifestación de la diosa
Babalon. Parsons, antes que se me olvide, era buen amigo de Heinlein en los 40s
y de Kerouac en los 50s, justo antes de su prematura muerte. En pocas palabras, la
vida de este tipo podría y debería ser la base de una muy buena novela, y me
encanta sinfín que Miéville lo haya escogido como catalizador de su nueva
historia.
En
resumen, aun sin ser lo mejor que le leído a Miéville (ya he dicho antes que me
parece que funciona mejor en obras más largas), debo decir que disfruté mucho
de la lectura de THE LAST DAYS OF NEW
PARIS. Desde siempre he sido aficionado del movimiento Surrealista y soy
muy parcial a las novelas que de alguna manera logran utilizarlo. Mi favorita
es quizá THE DREAM YEARS de Lisa
Goldstein, donde el Paris de 1924 (y 1968), así como el mismo Breton, son
protagonistas. Una fantasía sobre el Surrealismo que no era una novela
surrealista, sino de un argumento rigurosamente pensado de antemano. Por
supuesto, no creo que sea necesario mencionar otra vez la larga y fructífera relación entre la obra de Ballard
(inclusive sus portadas) y el Surrealismo, como ya lo hice una vez en esta postal de hace seis años.
Hola :) Me anoto tus recomendaciones, como siempre. La verdad es que nunca he leído nada de Miéville, aunque tengo un grupo de bloggeros que no para de metermelo por los ojos. En cuanto pueda me haré con Embassytown para iniciarme por la puerta grande. Un abrazo^^
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EliminarDisculpa por mi respuesta tan tardía (por alguna razón no me llegó notificación a mi correo de que habías dejado un comentario)
Si pudieras empezar por PERDIDO STREET STATION (o THE SCAR) creo que sería mejor introducción.
Me anoto la recomendación de La estación de la calle perdido, gracias :)
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