miércoles, 22 de febrero de 2017

CYBERPUNK!

La semana pasada una persona me felicitó por mis artículos sobre steampunk en este blog, mencionó que habían sido de gran ayuda para él y sus amigos, pero que por qué nunca había hecho lo mismo con el cyberpunk. Confieso que me quedé con el ceño fruncido (por desgracia ocurre con frecuencia). Las novelas cyberpunk fueron tan fundamentales en mi vida, tan poderosa su influencia, que la verdad jamás se me ocurrió que para otros quizá no. Nunca pasó por mi cabeza que hay gente que no creció con ellas y que quizá encontraría de utilidad una brevísima lista de recomendaciones sobre el tema. Ya que desempolvé el blog para su sexto aniversario hace unos días pensé ¿por qué no?


Si se meten a Wikipedia leerán que existen varios antecedentes a lo que eventualmente se conoció como el “movimiento cyberpunk”, desde libros de los 70s como THE SHOCKWAVE RIDER de John Brunner hasta inclusive las novelas de los 50s de Alfred Bester, pasando por obras varias de los 60s de Delany y Harlan Ellison y hasta William Burroughs. Mas apropiadamente, mencionan la novela corta de Vernor Vinge, “True Names” que se acerca mucho más a la particular estética que identificaría luego al movimiento. Todo eso es correcto, supongo, pero para propósitos prácticos todo inicia con un solo hombre. Según yo, no hay otro lugar donde empezar que con William Gibson. Solo para variar, sin embargo, me gustaría iniciar no con su monumental novela NEUROMANCER sino con esos cuentitos anteriores que aparecieron en la revista OMNI a principios de la década de los 80s. Todos ellos aparecen juntos en BURNING CHROME, su primera (y hasta ahora única) colección de ficción corta. Relatos donde ya aparece esa sensibilidad noir del movimiento. De criminales callejeros de poca monta, usualmente adictos, abusando de la tecnología con fines para los que jamás fue creada. Protagonistas amorales que no les interesa ayudar a nadie más que a ellos mismos. Criminales que están destinados al fracaso y la destrucción, no porque sean los malos de la película (todo lo contrario) sino porque en nuestro mundo actual el individuo siempre es aplastado por el sistema (y las historias cyberpunk no ocurren en otros mundos en futuros distantes sino aquí mismo, en los barrios bajos el día de pasado mañana). No es difícil entender porque se volvió tan popular en países como México. Historias que se inspiraban más en Raymond Chandler que en Isaac Asimov. En particular creo que son tres los cuentos en esta colección que sirven como piedras angulares sobre las que se edificó todo lo que vino después. Es en “Burning Chrome” donde por primera vez viajamos a través del ciberespacio. Se podría argumentar que las maravillosas escenas en el ciberespacio de NEUROMANCER (y sus dos secuelas) son tan solo meras repeticiones de lo que vemos en “Burning Chrome”. Es en “New Rose Hotel” donde vemos a nuestros protagonistas perderlo todo al final (hasta la mujer, que por supuesto los acaba traicionando) a pesar de todos sus esfuerzos por vencer al sistema. Es en “Johnny Mnemonic” donde encontramos una versión ligeramente más romántica del protagonista criminal, casi el prototipo de Case en NEUROMANCER y Bobby en COUNT ZERO. Me alarma cuando escucho a gente decir que han leído y amado NEUROMANCER pero no estos tres relatos de BURNING CHROME. Si existe el argumento que si lees NEUROMANCER en realidad ya no necesitas leer lo que vino después, yo argumentaría que si lees estos relatos cortos en realidad ya no necesitas leer NEUROMANCER.


Lo que no quiere decir que no deban leerlo, por supuesto. En mi Top 5 personal de todos los tiempos tengo a NEUROMANCER, punto. NEUROMANCER, de 1984, no solo es la novela que da inicio oficial al movimiento como tal sino la que lo encapsula por completo. Todo lo que vendría después en otros libros de otros autores ya está aquí presente. El mismo Gibson famosamente ha admitido en más de una entrevista que no es su novela favorita. La considera un libro muy “adolescente”. Quizá tenga razón (y quién soy yo para discutir con Gibson, sobre todo acerca de su propia obra). Libros posteriores están mejor trabajados, son más eficientes si quieren, pero es precisamente ese derroche sin control de ideas y conceptos, producto de un entusiasmo casi juvenil, lo que amo de NEUROMANCER. Novelas más recientes como THE PERIPHERAL quizá estén “mejor escritas” y me gustan pero no me encantan. No tiene caso repetir una sinopsis de la trama de NEUROMANCER. En el improbable caso que no lo hayan leído pues en vez de perder el tiempo en este blog mejor búsquenlo. (Eso sí, por favor léanlo en inglés. Mucha gente me ha advertido que la traducción al español es pésima)


Lo que si me gustaría aclarar es que NEUROMANCER es una historia completa. No se necesitan comprar o leer sus secuelas para entenderlo. (Un arte perdido hoy en día. Si no, vean al sobrevalorado Brandon Sanderson). Las dos novelas que le siguen son solo secuelas en el sentido temático. Algunos personajes menores vuelven a aparecer, algunos lugares son los mismos, pero cada una se sostiene por sí sola. Recuerdo bien cuando dos años después de NEUROMANCER apareció COUNT ZERO en el numero #100 de ASIMOV’S, la primera vez en su historia que serializaban una novela en sus páginas. Un evento muy especial para un número muy especial. COUNT ZERO es de hecho una lectura menos densa, mucho más ágil, que NEUROMANCER. Tengo amigos que hasta la prefieren. Yo no llego hasta ese extremo pero es obvio que Gibson usa más escenas de acción y menos conceptos en este segundo libro. Gibson estaba madurando como escritor y el libro sufre (en mi opinión) debido a esto. MONA LISA OVERDRIVE, por el contrario, tiene una trama endemoniadamente complicada. Recuerdo que ya estaba a punto de terminarlo cuando me di cuenta que no estaba muy seguro quién le había hecho qué a quién. Casi 30 años después todavía no estoy seguro si lo entendí todo. Ciertamente Chandler habría estado orgulloso.


El cyberpunk empieza con Gibson pero por supuesto no es su único representante. En 1986 aparecería el otro libro cuya importancia histórica es igual de grande que la de NEUROMANCER para el movimiento. Durante años un joven escritor de Texas de nombre Bruce Sterling se había dedicado a publicar una serie de artículos donde clamaba por un nuevo tipo de CF, que se alejara de los mismo viejos clichés de los últimos 50 años. Lo hacía en su propio fanzine de nombre CHEAP TRUTH que leía tan solo un puñado de personas y cuando aparecieron las historias de Gibson las tomó como ejemplo de lo que el medio era capaz de hacer. No tardó mucho en encontrar a otros escritores inconformes con gustos similares. Es en su antología MIRRORSHADES donde el cyberpunk se convierte en un verdadero movimiento oficial, casi de protesta literaria. Aun desde el primer momento en que salió, MIRRORSHADES se vendió como la antología cyberpunk. La colección de relatos contra la que todas las demás se tendrían que comparar. Tanto así, que de hecho muy pocas otras antologías cyberpunk, entonces o ahora, llegaron a salir. Parecía no haber nada más que decir sobre el tema. Lo cual en realidad es muy curioso porque si me preguntan a mí ninguno de los relatos aquí presentes está entre lo mejor de cada autor. “Petra” de Greg Bear es una curiosa elección, por ejemplo. No solo no es de mis favoritas suyas sino que ni siquiera es muy cyberpunk que digamos. “Blood Music” habría sido una mucha mejor opción (Sterling menciona en su prólogo que no incluyó algunos relatos porque habían sido tan exitosos que ya aparecían en muchas otras partes. Muy bien, en ese caso habría preferido “Tangents”). “Tales of Houdini” de Rudy Rucker, es otro relato cuya relación con el cyberpunk es tenue por no usar otra palabra. “The Gernsback Continuum” de Gibson es uno de mis favoritos de todos los tiempos pero de nuevo, no me parece particularmente cyberpunk. (Las exactas mismas palabras usaría con “Mozart in Mirrorshades” de Sterling & Lewis Shiner). No vayan a pensar que no hay excelentes relatos cyberpunk. “Freezone” de John Shirley es perfecto, igual que “Snake-Eyes” de Tom Maddox así como “400 Boys” de Marc Laidlaw, estos últimos dos también de OMNI, pero la verdadera importancia de MIRRORSHADES es el prólogo de Sterling que sirve como manifiesto cultural de todo el movimiento. Que le da forma y propósito. Que le da voz a una brecha generacional dentro del género. El cyberpunk, nos dice Sterling, es un producto exclusivo de los 80s. Igual que los punks de los 70s alejaron a la música de la elegancia casi sinfónica del rock progresivo, estos nuevos punks alejan a la CF de la influencia de los años 40s. Una estética que se vio repetida en los videos de MTV y en la cultura hacker. En la música hip hop de Nueva York y Los Ángeles, así como en la música electrónica de Londres y Tokio. Más que nada era un movimiento internacional, no solo anglófilo, que intentaba escapar de los provincialismos gringos. Una alianza de las nuevas tecnologías y la contracultura. La contracultura de los 60s era en gran parte anti-tecnología. La de los 80s era todo lo contrario por la sencilla razón que la tecnología ya no estaba en las manos de las elites sino al alcance de todos. Las computadoras personales son el LSD de los 80s, dijo Timothy Leary. La CF, por lo menos nominalmente, siempre ha sido sobre el impacto de la tecnología en la sociedad, y los días de la tecnología aislada en laboratorios es cosa del pasado. La tecnología está en las calles. Como reza el famoso aforismo de Gibson, citado aquí y en mil partes: “The street finds its own uses for things”. Después de MIRRORSHADES ya nada fue igual.


Ya para terminar podría hablar de alguna de las novelas clásicas que surgieron a fines de los 80s, como ISLANDS IN THE NET de Bruce Sterling, o la excéntrica SOFTWARE de Rudy Rucker (aunque ninguna de las dos tiene esa sensibilidad noir de los libros de Gibson es indudable que comparten ese espíritu anárquico del movimiento), o sin duda WHEN GRAVITY FAILS de George Alec Effinger que abandona las ya trilladas ciudades gringas y japonesas por el Medio Oriente (siempre es divertido cuando la novela ocurre en el Tercer Mundo) o TEA FROM AN EMPTY CUP de Pat Cadigan, que le ganó el mote de reina del cyberpunk (más que nada porque esencialmente era la única mujer que escribía en ese género por ese entonces). Libros como el irregular pero brillante METROPHAGE de Richard Kadrey o SNOW CRASH de Neal Stephenson, que durante mucho tiempo parecía ser la “ultima” novela cyberpunk, o ALTERED CARBON de Richard K. Morgan (que demostró que todavía existían algunas cosas nuevas que hablar dentro del movimiento). Preferiría, sin embargo, dedicar el último párrafo a un libro que por alguna razón ha quedado olvidado pero que en mi opinión sigue siendo uno de los mejores que el cyberpunk produjo.


Michael Swanwick es mejor conocido hoy en día por su obra de los últimos 20 años, que poco o nada tiene que ver con el cyberpunk. Se le recuerda, además, sobre todo por sus relatos más que por sus novelas, y VACUUM FLOWERS fue tan solo la segunda que escribió. En mi opinión, sin embargo, creo que pocas veces la volvió a superar (quizá solo con STATIONS OF THE TIDE que no tiene nada que ver con el cyberpunk). Nuestra protagonista es una muchacha que en realidad es una personalidad grabada en el cuerpo de otra mujer. Una personalidad que es propiedad legal de una corporación que desea explotarla y venderla. Por tal razón se da a la fuga. Pequeño problema, mientras huye la personalidad original de la mujer cuyo cuerpo usa empieza a regresar. Solo hay espacio para una personalidad pero ¿quién merece ganar? Lo que parecería un dilema ético moral tipo Robert Silverberg es tan solo uno de los aspectos de esta novela. Su escape la lleva desde el cinturón de asteroides hasta Marte y la Luna. La ambientación en el espacio exterior en hábitats orbitales y cilindros O’Neill quizá nos recuerde más a SCHISMATRIX de Sterling (que no es exactamente cyberpunk) pero a todos los lugares donde llega encuentra unicamente a los marginados de cada sociedad. Esto es cyberpunk a más no poder. 

A principio de los 90s, Sterling y Gibson pronunciaron que el cyberpunk había muerto. El movimiento se había vuelto tan popular que, al igual que la música punk de fines de los 70s, había sido asimilado por el sistema. Entiendo el punto y hasta cierto punto estoy de acuerdo, pero como Richard K. Morgan demostró este siglo, esa no es razón para abandonarlo por completo y por supuesto nada nos impide seguir disfrutando de todas estas joyas que el cyberpunk nos obsequió. Sobre todo si es la primera vez que las van a leer. Los envidio...

3 comentarios:

  1. Hola Armando :) El cyberpunk es un género que me atrae, que me gusta y del que me gustaría leer más, por eso agradezco desde ya esta entrada. Siempre he querido leer Neuromante, pero cada vez que lo nombro la gente dice que la traducción al castellano es una verdadera basura, por lo que yo me alejo estrepitosamente. El que va a caer si o si es Snow Crash, Stephenson me gusta mcuho lo que he leído de él y creo que me va a encantar, o al menos la premisa lo hace. Al igual Carbono alterado, Morgan me gano en una charla que tuvimos en la Eurocon para querer leer mucho más de él tras Leyes de mercado. Un abrazo y gracias por tus postales :)

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    1. Nunca he visto la mentada traducción pero todos me han dicho lo mismo. SNOW CRASH te va a encantar. Abrazo de vuelta!

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  2. Por cierto, olvidé por lo menos mencionar a Ellen Datlow, quien no escribió pero sí editó todos esos relatos de Gibson (así como varios de MIRRORSHADES) en la revista OMNI. Una verdadera heroina anónima del cyberpunk!

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